jueves, 24 de febrero de 2011

Cae la lluvia, ¡corre!


Cuando miró al cielo, justo en ese momento, la primera gota de lluvia cayó sobre el vidrio derecho de sus lentes vintage. Entonces supo que había despertado del sueño, del viaje, el albedrío al que sólo él destinó como suyo; queriendo o no que así fuese. Ya nada importaba, ya nada podía esperarse, nada sería ahora motivo de asombro, ni la lluvia; así cayera con granizo, ni los relámpagos pisandole los talones. Huir de esta lluvia ligera, sería una actitud muy infantil, pero le gusta la lluvia, le gusta pretender tenerle miedo mientras corre y disfrutar del proceso de humedad a mojado totalmente.
Nadie lo ve, nadie sabe que está ahí, nadie nota que el es nadie, entonces, ¿Qué problema?sus pies le piden huir de la interminable agua que no cesará por más que corra. Empieza a aplastar las gotas que yacen en su mano izquierda, acaso, ¿Eso es felicidad? Hace algunos momentos nada tendría sentido ni razón para creer que ser humano, ser persona, ser organismo es sinónimo de mundanos vulnerables hasta a la mendiga lluvia, si siempre llueve, siempre uno se moja, siempre queremos tirarnos a la alberca... Pero él ya no esta para esas cosas, ya no.

-Después de todo esto, ¿que hay de magnifico en la lluvia?- Se preguntó él, desconfiado incluso de la respuesta que podía darse a si mismo.

Para continuar el paso y evitarse euforia, fijó su mirada en el centro del paisaje que se abría en frente, abrió la sombrilla y comenzó a caminar despacio. Al paso de las calles la tormenta se intensificaba, no podía soportarlo, poco a poco dejó desnudarse su alma, y apretó el paso, después más rápido, más y más, ahora parece ya, que si lleva prisa. Comienza a correr y a penas alcanzo a distinguirlo. Aventó la sombrilla en alguna esquina, quedó destrozada e inservible, él corrió, corrió hasta que sintió que el impulso que recibía era ajeno a su cuerpo, y fue entonces cuando yo lo perdí de vista.