domingo, 24 de abril de 2011

Hombre de trajes caros

Te encontré desde los inicios de la vida al abrir los ojos.

Te conocí en los errores,

estás en lo insensible.

Te amé en la costumbre,

y te odié en los sueños.

Me revuelco en el rencor,

cuando estoy hasta arriba,

porque me tiras apenas empujándome levemente con tu dedo índice.


Te extraño en los halagos,

te quisiera este mismo día a mi lado,

junto a la hoja y la pluma.

Mas te quisiera lejos constantemente,

por los miles y terribles estragos.


No te entiendo,

no me entiendes.

Ahogamos el silencio,

la alegría simple de nuestra cercanía;

el subterfugio de nuestro contrato de vida,

en aquel cajón oculto;

y nos mostramos hostiles,

y nos queremos así.

Nos queremos insensibles,

Nos deseamos invisibles,

mudos, ciegos, sordos, cojos y mancos.

Y cuando imperioso es el deseo de unas cuantas palabras,

y los abrazos efecto de estar faltos de cariño,

son palabras y caricias que le regalamos sin créditos,

sin bombos y platillos,

sin sonrisas ni gestos amables;

al vetusto,

sabio, y generoso viento.