lunes, 21 de marzo de 2011

Yo el otro día soñé...


Yo el otro día te soñé, era de madrugada cuando llegaste transparente al escenario que me adentraba, ya te sentía desde que comencé a soñar, pero quise evitar mi locura, era patético extrañarte, que tu recuerdo me persiguiera hasta en sueños. Te contaré con detalles... Asomaba mi cabeza desde algún edificio muy alto, certificaba que era altísimo y que se me saldrían todas mis tripas si cayera, jugueteaba con mis manos y pies rebasando el limite del edificio para experimentar si podía ver la sombra hasta abajo, y cuando me cansaba de estar agachado miraba al frente; las antenas de cable, lo desgastado de los techos, a lo lejos algunas señoras colgando su ropa, mas a lo lejos el alambrado de algún pueblo, y un pájaro sobre el cable se dejaba descender para luego agarrar vuelo lejos de los suburbios, para adentrare a esa ciudad donde yo me encontraba. Al no querer más mirar de frente, alce la cabeza, mire al cielo; nada nuevo, en sueños también es azul con nubes que parecen ricos algodones. Contemplaba nada, me quede así, hasta que me encontré de nuevo con el mismo pájaro, se acercaba, era realmente rápido, de pronto mi enfoque ya no era lejano, ese pájaro iba a estamparse conmigo, en un instante roso con mi hombro izquierdo dejando ese olor a alpiste digerido, creo haber sentido su pico, o alguna pata. Me quedé mirando de lado cuando puso alguien sus manos sobre mis hombros, y cuando quise voltear más para ver quien era, ésta me empujo y en segundos me vi cayendo entre edificios golpeando brutalmente con el piso.
Una pantalla negra se apodero de mi sueño, seguro había muerto ya, te juro que hasta estaba buscando esa famosisima luz que juran ver todos cuando mueren, o algún pariente querido, pero no. Abrí los ojos, y efectivamente estaba tirado en el piso de un larguísimo pasillo todo blanco. Me levante y busque mi sangre entre mis ropas, no me había pasado nada, nada, dirían por ahí; ¡ni un rasguño! Supe que debía seguir el pasillo y abrir cada una de las puertas que tenia; escogía una de la izquierda, una de la derecha. En la primera puerta me encontré un cuarto con las paredes pintadas de puntos de colores de todos los tamaños, y con los Flaming Lips de fondo. En el segundo estaba mi familia sentada, seguro un domingo, suelen comer juntos en domingo. Me invitaban a sentarme, pero por más que golpeé mi pierna, no quiso moverse para entrar, así que seguí con mi camino. En la tercera puerta encontré a mi padre viendo televisión, como acostumbraba, en su reposet, ese mismo donde lo agarro la muerte, era lógico que ahí dejara de existir, no hacia otra cosa, sólo se rascaba ocasionalmente las nalgas o sus testículos -seguro se le dormían- mientras veía toda la programación de novelas con su vaso de coca-cola con harto hielo. La escena me pareció tan desagradable que azoté la puerta. Entonces por fin la cuarta, la ultima, había más, pero en esa me quedé, primero estaba todo oscuro, después una luz tenue le indico a mi ojos que era mi recámara, con la cama en el mismo lugar, el buró con el raspón que le di cuando saque la vieja televisión, con mi celular sobre él, activado para sonar a las 5:40 am para prepararme para el trabajo, mi vaso de agua, y el vaso vacio donde tomé mi leche antes de dormir, también estaba mi papel con mocos, ¡ese era mi lugar! ahí debía quedarme. Levante las cobijas, me quite los zapatos y metí todo mi cuerpo a la cama. Miré el pequeño espacio que queda entre las cortinas, esos espacios que jamás logras cerrar por más que jales y juntes las telas, entre ellas, justo en medio se veía la luna, una luna enorme que hasta podía ver su textura llena de grietas, ¿si viste la luna este fin de semana? ¡Era enorme! Pues estaba ahí , frente de mis ojotes, me la quedé mirando obsesionada mente, entonces, desperté, abrí los ojos y mi mirada estaba sobre el espacio de las cortinas, estaba viendo ahí, y la luna, la luna era enorme, igualita en mi sueño, con esas grietas, ese color amarillento, hermosa, pero bueno, cuando me di cuenta que la realidad era lo mismito que había soñado, pues casi me meo.
-¡Orale! Pues que raro tu sueño.
-Si, bien raro.
-Oye, pero, ¿en qué momento soñaste conmigo? Me dijiste que habías soñado conmigo.
-No para nada, pero quería contarte... igual y tu me empujaste...