miércoles, 18 de septiembre de 2013

Constante dopamina.

I.
Nunca he ocultado mis deseos de lamer cada poro de tu piel, dilatados entre calor y sudor que brota de cada uno. Confundidos fluidos de mi cuerpo y el tuyo interactúan poco a poco entre roses de ropa y terminan siendo la mezcla homogénea del olor de mi sexo con el olor de tus gemidos que salen a ratos como el eructo discreto y efímero de una señorita, tan fugaz como el encuentro coqueto de nuestros ojos entre tanto jugueteo. Es más el placer que provocan tus ojos felices debajo de los míos que el placer propio del coito entre dos seres humanos. Cuando  los encuentro y miran los míos y platican a parpadeos, sonríen las bocas y se eriza mi vello; olvido el jadeo que hace notar mi lado más animal... Entonces me doy cuenta que contigo, sólo contigo he hecho el amor, y entonces no puedo ocultar mis locos deseos de ser tu mujer el resto de la vida. 



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